Todas somos necesarias

“Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim. Y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano. E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado. Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.” – Éxodo 17:8-13

Me encanta este pasaje porque es un maravilloso ejemplo de la labor del cuerpo de Cristo: cada uno cumpliendo con su función.

En la batalla de Israel contra los amalecitas, Moisés, Josué, Aarón y Hur cumplían cada uno con su papel:

- Moisés subió al monte a orar por la batalla.

- Josué descendió al valle a dirigir al ejército en el combate.

- Aarón y Hur ayudaron a Moisés sosteniendo sus manos.

¿Te das cuenta? El cuerpo de Cristo trabajando en conjunto, cada uno cumpliendo con su función para conseguir un bien común: la victoria.

A veces pensamos que para cumplir nuestra función en el cuerpo de Cristo tenemos que hacer “grandes cosas”. Pero no es así. No todos podemos ser pastores o evangelistas o maestros de la Biblia o misioneros. No todos podemos dedicarnos a servir, no todos podemos dedicarnos a orar, a presidir o a exhortar. Cada una de nosotras tenemos al menos un don que tenemos que poner al servicio del cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:8-12).

Y poner ese don en práctica no requiere de un lugar especial. Ahí donde estás, en tu hogar, en tu trabajo, en tu comunidad, puedes ejercer tu función, puedes poner tu grano de arena para que el Reino de Dios crezca y el Señor sea glorificado.

Algo que en verdad me encanta sobre el cuerpo de Cristo es que cada parte es necesaria:

“Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios” –1 Corintios 12:22

¿Te sientes excluida del cuerpo de Cristo? ¿Crees que tu papel no es importante porque estás encerrada en casa sirviendo a tu familia o cumpliendo con tu horario laboral durante toda la semana, en lugar de vender todo lo que tienes e irte a África a predicar el evangelio? Déjame decírtelo de nuevo:

Eres necesaria para el funcionamiento del cuerpo de Cristo. Tu labor es necesaria dentro del cuerpo de Cristo.

Cuando oras por tu esposo, estás contribuyendo al cuerpo de Cristo.

Cuando te sientas con tus hijos y les ayudas a aprender un versículo, estás contribuyendo al cuerpo de Cristo.

Cuando das una ofrenda en tu iglesia local estás contribuyendo al cuerpo de Cristo.

Cuando tu vida es de testimonio ante tus compañeros de trabajo o de estudio, estás contribuyendo al cuerpo de Cristo.

Cuando sacas de tu tiempo para visitar a esa familia de tu vecindario que tiene a alguien enfermo o para llevar una comida caliente a otra familia en necesidad, estás contribuyendo al cuerpo de Cristo.

Cada parte del cuerpo cumple una función necesaria y todas trabajan juntas. Los ojos y los oídos no solamente se sirven a ellas mismas, sino que sirven al cuerpo entero. El corazón no bombea sangre para él solo, sino para todo el cuerpo. Las manos no se defienden a sí solas, sino al cuerpo completo.

De forma que, la próxima vez que pienses que no estás haciendo “nada”, que lo que haces “no sirve” o que es algo “sin valor”, no dejes que ese pensamiento anide en tu cabeza, porque no es verdad.

Recuerda a Aarón y Hur. Todo lo que hicieron en el día de la batalla de Israel contra los amalecitas fue sostener cada uno un brazo de Moisés. Nada glamuroso, nada destacable. Tan solo hicieron que Moisés se sentara y cada uno se puso a un lado para sostener sus brazos. Pero sin ellos, Israel no hubiera prevalecido. Sólo cuando las manos de Moisés estaban en alto Israel ganaba la batalla. Cuando sus brazos bajaban, perdía. De forma que sin Aarón y Hur, ese día no hubiera habido victoria para el pueblo de Israel.

Todas somos útiles. Todas somos necesarias.

Loading controls...