Una vez tras otra veo un ciclo destructivo que lleva a las mujeres a la esclavitud. Primero, una mentira es plantada en nuestra mente.
“Cuando tenía 6 años, no recuerdo quién lo hizo, pero me dijeron que yo no tenía ningún derecho de nacer”.
En lugar de contrarrestar la mentira con la verdad de Dios, nos quedamos allí y empezamos a creerla.
“Pensaba que yo era estúpida; que no era normal”.
Eventualmente actuamos conforme a la mentira…
“Me encerré en mí misma y me resultaba difícil hablar con las personas”.
…y nos encontramos en esclavitud.
“Quería irme a dormir y no despertar jamás”.
Pero ahora escuchemos la verdad. Cuando Dios envió a Jesús a esta tierra a cargar con tu pecado, Él declaró que el valor de tu alma es mayor que el del mundo entero. 1 Juan dice, “Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él”.
Y esa es la verdad.