Una buena relación con la suegra (Parte 1)

En la realidad existen suegras maravillosas, dulces, agradables, simpáticas, que se sienten felices con las nueras y yernos, con esas personas especiales que sus hijos han elegido, que respetan los límites de manera saludable, que apoyan las decisiones y comportamientos que definen sus hijos con sus respectivos cónyuges, que se mantienen cerca pero con una distancia apropiada y prudente.

Pero todos sabemos que también existen suegras que no son tan dulces y agradables, que interfieren y entorpecen, que pretenden imponer y conducir, directa o indirectamente, las riendas del hogar de sus hijos. Estas son suegras amargadas, criticonas, entrometidas y manipuladoras. Que las hay, es cierto que las hay, pero sus comportamientos y actitudes, así como la afectación que producen en la vida de sus hijos y en sus hogares, no va a desaparecer mágicamente con solo confrontarlas, distanciarlas y “declararles la guerra”.

No se debe olvidar que, en los casos en que no exista una buena relación con la suegra, el cónyuge estará colocado en una posición muy incómoda entre su pareja y su madre, y esa situación de tensión en el hogar tenderá a aumentar continuamente y a producir un paulatino y gradual deterioro del vínculo y de la convivencia familiar.

En estos casos, lo recomendable es hacer una serie de cosas que devuelvan la paz al hogar, que posibilite una relación apropiada y saludable, sabiendo que el objetivo, en última instancia, es mantener el vínculo protegido y en armonía con su pareja.

Empezar por los propios sentimientos

Antes de todo, se debe empezar por revisar y trabajar los propios sentimientos hacia la suegra. Hay que procurar ponerse en el lugar de ella y tratar de entender de dónde vienen sus juicios, opiniones o comportamientos. Hay que descartar también cualquier prejuicio hacia ella y no indisponerse anticipadamente por lo que se puede considerar una intromisión o involucramiento excesivos. No hay que olvidar que la suegra es una persona muy importante para el cónyuge y, al serlo, no se puede simplemente desplazar, desconocer y confrontar.

Procurar una relación amistosa

Aunque la relación con la suegra no sea buena, y no le resulte simpática y agradable, se debe de procurar una necesaria vinculación amistosa y respetuosa.  El cónyuge verá así el esfuerzo de su pareja por acercarse a su madre y una disposición por llevarse bien con ella. No se trata de “aparentar” una simpatía inexistente, sino de tratar genuinamente de llevarse bien con la suegra, a pesar de que de modo natural no nazca una necesidad o deseo de compartir con ella.

Ser educado: una pauta de comportamiento

Relacionarse con una suegra negativa no es fácil. Pero en todo momento se debe mantener la serenidad y la prudencia. Ser educado no implica aguantar la crítica,  las descalificaciones infundadas y los intentos por desplazar las decisiones con que muchas veces actúan este tipo de suegras. Se trata de saber cuándo y cómo hablar, cómo señalar los errores de la suegra de modo inteligente y sereno, acompañar las observaciones con palabras amables y cordiales, haciendo mención igualmente de los aciertos y buenas intenciones que muchas veces hay detrás de esos comportamientos y juicios. 

No se debe hablar mal de la suegra delante del cónyuge porque, aun teniendo la razón, se sentirá dolido y afectado; ni tampoco hablar mal del cónyuge con la suegra porque esto más bien aumentará la tensión y una toma de posición más defensiva y/o agresiva.

De vez en cuando también es importante incorporar el humor frente a una crítica emitida por la suegra, esto relaja y desvía el eventual ataque.

La afirmación positiva y el elogio

Algo que resulta muy favorable es dedicarle a la suegra algunas palabras y comentarios positivos sobre lo que ha dicho o hecho en temas o circunstancias específicas. Esto hace que ella se sienta reconocida y aceptada. Esta valoración positiva debe ser hecha con sinceridad y los elogios deben ser oportunos y particulares, dirigidos a ella directamente o frente a otros miembros de la familia, especialmente de la pareja. Aún en casos donde la relación se ha caracterizado por cierta distancia y tensión, un elogio ocasional agrada y muestra una posición de objetividad y deseo de desarrollar una convivencia armoniosa y cordial.

Por Jesús Rosales Valladares

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