Una carta a mi Abba Padre

…por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”, Romanos 8:15

El año pasado estuve reunida con un grupo de chicas jóvenes las cuales, por una u otra causa, no vivían con sus padres y a modo de introducción tratamos el tema de la importancia del padre biológico en el hogar. Les pedí que escribieran una carta expresando el sentir de su corazón hacia ellos; plasmaron cuánto lo necesitaban, cómo querían que correspondieran su afecto y cuidado hacia ellas. Mientras las escuchaba leer sus cartas, trataba de esconder mis lágrimas con una sonrisa, pero las animaba a continuar leyendo.

Algunas de ustedes podrían tener una mala visión de su padre biológico y esto las puede desenfocar haciéndoles creer que no existe un amor real y genuino.

El concepto de Padre es uno de los secretos más preciosos de la Biblia. Abba significa Padre y es una palabra en arameo mencionada solamente tres veces en el Nuevo Testamento. Era el nombre cariñoso que usaban los niños al referirse a sus padres, de modo que es una expresión informal, respetuosa y dulce como: Papi, Papito, Pa’.  

Recientemente he vivido el fallecimiento de mi papá y he sentido literalmente la necesidad de un padre. Por eso quiero traerles algunos principios compartidos en ese entonces sobre las virtudes que nos ofrecen nuestros padres, las cuales pueden ser encontradas de una manera perfecta en nuestro Padre celestial.

1. Confianza para llamarle Padre

“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”, Romanos 8:15.

Los esclavos no pueden referirse a sus amos como padres; ellos sólo desarrollan un espíritu de temor ante esa autoridad que les puede hacer daño. Sin embargo, todo es diferente cuando somos adoptados por Dios a través de Jesús y nos permite exclamar confiadamente: ¡Padre mío! ¡Papito!

2. Seguridad de una herencia en los cielos

“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo”, Gálatas 4:6.

En caso de que estemos preocupadas por los efímeros beneficios terrenales que pudiésemos desear o disfrutar, Pablo explica un poco más y nos dice que por ser adoptadas por Él, somos Sus hijas y por ende tenemos herencia en los cielos.

3. Fe en el poder del Padre sobre nuestras vidas

Jesús utilizó esta palabra al orar a Jehová en Getsemaní poco antes de Su muerte. 

“Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú”, Marcos 14:36.

Aquí se ve claramente un ferviente ruego dirigido por un hijo a su padre. En estos momentos de pruebas y dificultades, regularmente solemos recurrir primeramente a nuestros padres e informarles de nuestro estado. Pero Jesús decidió aferrarse a Su Padre Celestial y lo expresa de la siguiente manera:

1. Reconociendo Su poderío (todas las cosas son posibles para Ti).

2. Manifestando Su sentir (aparta de mí esta copa).

3. Rindiéndose a Su voluntad (mas no lo que yo quiero, sino lo que Tú).

Dios nos permite dirigirnos hacia Su trono con toda confianza. Por medio de Jesús nos da el derecho de referirnos a Él como Padre, además de herederas con Cristo. También escucha nuestras súplicas y tiene poder para respondernos. Sabiendo estas verdades, hoy clamamos: ¡Abba Padre!  

“Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá”, Salmo 27:10.

 

Por Rosanna Ramírez de Rosario

 

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