Una madre imperfecta es aún una buena madre

Todavía puedo recordar cuando estaba sentada en el hospital con mi último hijo, cómodamente segura en el espacio entre la alta adrenalina posparto y la vida que me esperaba en casa. Para ese momento ya sabía qué esperar en términos de los ajustes familiares que vendrían.

Estaría el triste y desplazado hijo más joven, necesitando mucho tiempo uno a uno. Mis hijos mayores reinando en asuntos de disciplina. Tendría que hacer los ajustes matrimoniales necesarios. Habría necesidad de mayor flexibilidad en términos de rutina y horario. Habría muchos pequeños cambios necesarios para cada aspecto de nuestras vidas y yo anticipaba todas estas cosas mientras me encontraba sentada meciendo a Will, disfrutando mi más reciente experiencia de ser madre, otra vez.

Pero lo que mi mirada al futuro evitaba era una realidad impactante pero dolorosa: no sería la madre de mis sueños.

No había terminado de cortar el brazalete de mi muñeca luego de regresar a mi casa y ya había despertado a mi imperfección y limitaciones de esta nueva vida que había creado.

El bebé estaba lleno de gases y era exigente. Mi bebé mayor estaba más animada que nunca antes y su alta energía contrastaba con mi bajo suministro. Mis hijos mayores se encontraban en un ciclo de escuela y actividades extra-curriculares, ninguna de las cuales parecía encajar con mi nuevo horario para dormir; tres hora aquí, una hora allí. Me desanimé rápidamente y me di cuenta de que tendría que emplear una nueva estrategia de crianza para sobrevivir.

"La madre perfecta" estaba fuera de todo cuestionamiento. Mi registro manchado ya me lo había mostrado. Quizás "Buena Madre" pueda ser suficiente para mis pequeños.

Los meses que siguieron a la llegada de Will estuvieron marcados por dolor en la medida en que Dios destruía lentamente mi perfeccionismo. Pero también fueron meses marcados por la gracia de Dios a medida de que Él me liberaba de sentirme exhausta por tener expectativas irreales. A través de todo esto, hubo numerosas verdades que se hicieron más claras con cada meta no lograda y en cada plan interrumpido.

Busca la fuente de perfección correcta

Solo hay una raíz suprema de perfección y se encuentra en la persona de Jesús. Hebreos nos dirige a colocar nuestros ojos en Cristo, quien es el Autor y Perfeccionador de nuestra fe (12:2). Solo Cristo vivió una vida perfecta y finalmente murió en nuestro lugar para que nos pudiéramos parar ante Dios sin mancha. ¡Sin mancha! Sin más culpa, imperfección y pecado que manchan cada uno de nuestros días.  Él ha logrado la perfección a nuestro favor quitando de nuestra vida la necesidad de luchar por aquello que humanamente no es posible tener. Estas son noticias sin comparación para las madres. ¡Tú limitación está cubierta en la cruz!

Enfócate en promesas perfectas

Dios es el Dios de las promesas. Él las hace y se compromete a no romperlas una vez las ha hecho. La Palabra nos enseña que Dios está con nosotros cuando nuestro yugo es pesado (Mateo 11:29). Promete que Dios generosamente nos da sabiduría cuando la pedimos (Santiago 1:5). No estar familiarizada con las promesas de Dios es enfrentar el día sin la armadura, vaciada de fuerzas. Conoce Sus promesas perfectas y seguramente las manifestarás en tu vida día tras día.

Enfócate en tus fortalezas

Conoce lo que te apasiona, pues lo más probable es que ésa sea tu fortaleza. Hay mamás que son buenas en las manualidades y otras sirviendo. Están las madres académicas y las organizadoras de habitaciones. Las madres de ministerio y las de juego de fútbol.

Todas seremos alguno de estos tipos, pero ninguna seremos todos los tipos. La manera más segura de terminar desgastada es tratar de ser todos los tipos de madre a la vez. Cada una de nosotras ha sido dotada de manera exclusiva por Dios para ser quien Él nos ha mandado a ser. Dentro del marco de la maternidad, esto nos da gran libertad de expresión e individualidad. Sé tú y ¡disfrútalo!

Baja tus expectativas

Esta es la bandera blanca de la rendición para las madres perfeccionistas. Es necesario que diariamente rindamos nuestras falsas expectativas ante nuestra realidad o nos desgastaremos rápidamente. Mi experiencia ha sido que la mitad o menos de todos mis objetivos de maternidad se han cumplido, y después de 12 años, ésta parece ser la regla y no la excepción. Aunque este récord manchado puede desmotivarme por momentos, trato de aceptar que mis deseos siempre superarán las realidades de mi vida como madre.

Hay una parte de mí que quisiera reclamar el título de “Madre Perfecta” y estoy segura de que tú también. Sería un alto honor, una corona. Pero ya que “perfecto” está tan lejos de nuestro alcance, ¿por qué no luchar por ser una buena madre? Estoy haciéndolo.

Y ciertamente he podido disfrutar más la vida del otro lado del perfeccionismo.

Por Maryanne Helms

 

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