Una mujer sabia habla el Evangelio

“Abre su boca con sabiduría, y la ley de clemencia está en su lengua.” – Proverbios 31:26

Poder hablar es un hermoso don. Nos distingue del resto de la creación. Nos permite comunicarnos con otros, orar y alabar a Dios y, como William Stevens dijo una vez, la capacidad de hablar nos “une a los seres celestiales”.

Pero como todas las cosas tocadas por el pecado, hemos tomado este hermoso regalo que debía ser usado para propósitos buenos y gloriosos y, a menudo, lo usamos para mal. Nos hemos convertido en personas necias cuando reaccionamos con ira, murmuramos o hablamos mal de alguien. Tomamos lo que debería ser un instrumento de amor y lo usamos para ser duros y críticos.

Las palabras pueden ser afiladas y dejar cortes profundos. Usamos nuestra lengua sin cuidado y sin darnos cuenta de que hacemos que los corazones frágiles sangren.

Por eso es por lo que es peligroso hablar sin pensar y por lo que Santiago nos advierte que debemos ser tardos para hablar (Santiago 1:19).

Proverbios nos dice que una mujer piadosa abre su boca en sabiduría y habla la verdad en amor. No es solo importante lo que dice sino cómo lo dice. Las palabras sabias fluyen de nuestro conocimiento de la Palabra de Dios.

En nuestras Biblias aprendemos cómo manejar el conflicto, cómo amar, cómo pedir perdón, cómo manejar los días difíciles y cómo acabar con la queja. Cuanto mejor conozcamos y vivamos estas verdades nosotras mismas, más capaces seremos de compartir esta verdad práctica con otros.

Ser sabias con nuestra manera de amar también significa testificar de la gloria y la bondad de Jesucristo. ¿Quién nos puede librar de la culpa? ¿Quién es misericordioso con el quebrantado? ¿Quién más es digno de nuestro más alta alabanza y honor? ¿Quién es nuestra salvación?

La mujer sabia respirará el evangelio, hablará el evangelio y estará siempre preparada para dar una respuesta a la esperanza que hay dentro de ella (1 Pedro 3:15). La manera de hablar sabia no sucede por sí sola, sino que se desarrolla y madura a medida que crecemos en el conocimiento de nuestro Dios. A medida que aprendemos, lo compartimos con otros.

La verdadera sabiduría fluye de las bocas de aquellos que aman y conocen a Dios.

Por Jen Thorn

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