¡Consuelen, consuelen a mi pueblo!
—dice su Dios—.
Hablen con cariño a Jerusalén,
y anúncienle
que ya ha cumplido su tiempo de servicio,
que ya ha pagado por su iniquidad,
que ya ha recibido de la mano del
el doble por todos sus pecados.
Una voz proclama:
«Preparen en el desierto
un camino para el Señor;
enderecen en la estepa
un sendero para nuestro Dios.
Que se levanten todos los valles,
y se allanen todos los montes y colinas;
que el terreno escabroso se nivele
y se alisen las quebradas.
Entonces se revelará la gloria del Señor,
y la verá toda la humanidad.
El Señor mismo lo ha dicho.»
Una voz dice: «Proclama.»
«¿Y qué voy a proclamar?», respondo yo.
«Que todo mortal es como la hierba,
y toda su gloria como la flor del campo.
La hierba se seca y la flor se marchita,
porque el aliento del Señor sopla sobre ellas.
Sin duda, el pueblo es hierba.
La hierba se seca y la flor se marchita,
pero la palabra de nuestro Dios
permanece para siempre.»
Isaías 40:1-8 (NVI)
Derechos de Autor © 1999 por Biblica, Inc.®
Escritura citada con permiso. Todos los derechos reservados en todo el mundo.