Tenme compasión, Señor, que estoy angustiado;
el dolor está acabando con mis ojos,
con mi alma, ¡con mi cuerpo!
La vida se me va en angustias,
y los años en lamentos;
la tristeza está acabando con mis fuerzas,
y mis huesos se van debilitando.
Por causa de todos mis enemigos,
soy el hazmerreír de mis vecinos;
soy un espanto para mis amigos;
de mí huyen los que me encuentran en la calle.
Me han olvidado, como si hubiera muerto;
soy como una vasija hecha pedazos.
Son muchos a los que oigo cuchichear:
«Hay terror por todas partes.»
Se han confabulado contra mí,
y traman quitarme la vida.
Pero yo, Señor, en ti confío,
y digo: «Tú eres mi Dios.»
Mi vida entera está en tus manos;
líbrame de mis enemigos y perseguidores.
Que irradie tu faz sobre tu siervo;
por tu gran amor, sálvame.
Salmo 31:9-16
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