Dichoso aquel
a quien se le perdonan sus transgresiones,
a quien se le borran sus pecados.
Dichoso aquel
a quien el Señor no toma en cuenta su maldad
y en cuyo espíritu no hay engaño.
Mientras guardé silencio,
mis huesos se fueron consumiendo
por mi gemir de todo el día.
Mi fuerza se fue debilitando
como al calor del verano,
porque día y noche
tu mano pesaba sobre mí.
Pero te confesé mi pecado,
y no te oculté mi maldad.
Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor»,
y tú perdonaste mi maldad y mi pecado.
Por eso los fieles te invocan
en momentos de angustia;
caudalosas aguas podrán desbordarse,
pero a ellos no los alcanzarán.
Tú eres mi refugio;
tú me protegerás del peligro
y me rodearás con cánticos de liberación.
Salmo 32:1-7 (NVI)
Derechos de Autor © 1999 por Biblica, Inc.®
Escritura citada con permiso. Todos los derechos reservados en todo el mundo.