Atiéndeme, Señor; respóndeme,
pues pobre soy y estoy necesitado.
Presérvame la vida, pues te soy fiel.
Tú eres mi Dios, y en ti confío;
¡salva a tu siervo!
Compadécete, Señor, de mí,
porque a ti clamo todo el día.
Reconforta el espíritu de tu siervo,
porque a ti, Señor, elevo mi alma.
Tú, Señor, eres bueno y perdonador;
grande es tu amor por todos los que te invocan.
Presta oído, Señor, a mi oración;
atiende a la voz de mi clamor.
En el día de mi angustia te invoco,
porque tú me respondes.
No hay, Señor, entre los dioses otro como tú,
ni hay obras semejantes a las tuyas.
Todas las naciones que has creado
vendrán, Señor, y ante ti se postrarán
y glorificarán tu nombre.
Porque tú eres grande y haces maravillas;
¡sólo tú eres Dios!
Salmo 86:1-10 (NVI)
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