Viviendo una vida en abundancia

“Me engrandecí en gran manera, más que todos los que me precedieron en Jerusalén; además, la sabiduría permanecía conmigo. No le negué a mis ojos ningún deseo, ni a mi corazón privé de placer alguno, sino que disfrutó de todos mis afanes. ¡Sólo eso saqué de tanto afanarme! Consideré luego todas mis obras y el trabajo que me había costado realizarlas, y vi que todo era absurdo, un correr tras el viento, y que ningún provecho se saca en esta vida.” – Eclesiastés 2:9-11

La lectura del día de hoy en Eclesiastés revela que Salomón, hijo de David, rey de Jerusalén, era un hombre que admitió que tenía la oportunidad de complacerse en muchas cosas. Él dice, “No le negué a mis ojos ningún deseo, ni a mi corazón privé de placer alguno.” Salomón logra más que la mayoría en su búsqueda de poder, la posición, las posesiones y los placeres. Además de todo esto, Salomón informa que la sabiduría permaneció con él. Fue de hecho esta sabiduría lo que permitió a Salomón revisar el relato de su vida y repetir, unas 37 veces, que a pesar de todo lo que había experimentado, todo era “vanidad”.

¿Qué es lo que Dios nos está enseñando a través de las palabras de Salomón? Consideremos la vida de nuestro Señor. Nació en un establo y murió en la cruz del calvario, mostrando haber vivido una vida con propósito y significado.

Por el contrario, Salomón, pese a su vida de privilegios, vivió como un dios para sí mismo y se fue con una sensación de vacío en y a través de sus experiencias.

Los escritos de Salomón nos enseñan que una vida vivida con el placer o la felicidad como su objetivo más importante es una vida vacía de significado y propósito. Los ídolos nos dejan con anhelos que no pueden ser satisfechos; por lo tanto, continuamos nuestra lucha sin fin en busca de algo o alguien que es esencialmente incapaz de proporcionar la satisfacción que anhelamos.

El placer o la felicidad pueden proporcionar la satisfacción momentánea, pero en última instancia no son satisfactorios. En este punto, podemos estar tentados a gritar como Salomón, “Todo es vanidad y correr tras el viento; y no hay nada que ganar bajo el sol.” La conclusión de Salomón habla menos acerca de la falta de sentido de la vida, que sobre la falta de sentido de la vida vivida al margen de Dios. Él nos enseña que el esfuerzo humano, por noble que sea, representa una vida vivida de futilidad.

En juan 10:10 Jesús explica, “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.” La vida en abundancia que Jesús está hablando no se encuentra es las cosas que adquirimos o aun en nuestras relaciones humanas. La vida abundante de la que Jesús está hablando se refiere a la vida ofrecida a la humanidad como resultado de la muerte de Jesús en la cruz del calvario. Es una relación sobrenatural con Dios, a través de Jesús, enriquecida y autorizada por SU Espíritu que da significado y propósito a una vida sin ella.

Mientras Salomón termina su discurso, él escribe que el todo del hombre es temer a Dios y guardar sus mandamientos. Salomón encontró su camino a Dios y en el proceso se encontró con el verdadero significado y propósito en la vida. Podemos considerar en oración y humildemente nuestras vidas a la luz del sacrificio de Jesús y comprometernos de nuevo, al igual que Salomón, a amar a Dios y guardar Sus mandamientos.

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