¿Y si la vida parece un valle de sombra de muerte?

Si alguien conocía bien la sombra de la muerte era David. Sin dudas la debe haber experimentado en los campos, mientras pastoreaba siendo un jovencito, amenazado por fieras depredadoras. Luego la conoció de la mano de Saúl que en más de una ocasión le arrojó su lanza para clavarlo en una pared. Caminó por ese valle cuando murió el primer hijo que tuvo con Bestabé, y también cuando vivió la rebelión y muerte de Absalón.

El valle de sombra de muerte era muy familiar para este rey cantor. Un valle es un lugar bajo, entre montañas, donde no podemos ver lo que se avecina. Cuando estamos en el valle estamos en desventaja. El valle es una metáfora para referirse al lugar donde sentimos desprotección, vulnerabilidad, dolor. El corazón de David había experimentado el tipo de dolor que muchas veces no podemos siquiera describir, y que, en una medida u otra, tendremos que enfrentar de este lado de la eternidad.

A la luz de la Escritura vemos claramente que la aflicción siempre estará presente en el mundo caído en que vivimos. Si alguien te ha dicho que al ser cristianos te espera una vida color de rosa, sin enfermedades, llena de riquezas y prosperidad material, permíteme decirte que te han vendido una mentira, un falso evangelio. Conocer a Cristo no nos exime de pasar por el valle de sombra de muerte, o dicho de otra manera, las dificultades. De hecho, Él mismo lo dejó muy claro, mira lo que enseñan estos pasajes:

«Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).

Jesús estaba hablando con sus discípulos. Les estaba advirtiendo justamente para que no creyeran que sería fácil. Unos versículos antes les anuncia que por causa de Él serían perseguidos, aborrecidos, desalojados. Y esta es la realidad que hoy, en este mismo momento, viven muchos cristianos en el mundo entero. ¡Aflicciones!

Luego nos encontramos este conocido versículo que escribió Santiago, el hermano del Señor: 

«Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas» (Santiago 1:2).

¿Palabra clave en este versículo? Cuando. No dice «si tienen que enfrentarse», condicionalmente. Lo asevera con un adverbio de tiempo, cuando; es decir, en el momento en que lleguen, porque llegarán. ¿Por qué vienen las pruebas? Muchas razones, no puedo abarcarlas todas, pero quisiera dejar algo claro. Primero, el mismo Santiago nos enseña que las pruebas desarrollan la paciencia en nuestro carácter, algo que nos hace más como Jesús. Las pruebas fortalecen nuestra fe (1 Pedro 1:7). Y las pruebas son prerrogativa de Dios. Él decide el cómo, el cuándo y el dónde. Pablo repite la misma idea en Romanos 5.

Esas cosas que parecen un valle tenebroso, de muerte, están bajo el control y soberanía del Dios que nos ha redimido de la muerte y el pecado. No lo estás pasando porque Él te ame menos o quiera castigarte. Pablo mismo nos dijo en Romanos 8 que ninguna cosa, ninguna, nos puede separar del amor de Dios. Lo cual nos lleva a la otra parte del versículo:

«Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno».

El miedo o temor son emociones válidas, siempre y cuando sean momentáneas y no permanentes. Algo nos puede asustar, pero vivir en constante temor es muy diferente y Dios no lo quiere para sus hijos. Por eso tantas veces nos repite: «No temas». ¿Por qué David podía afirmar tan categóricamente que, a pesar de estar en ese valle oscuro, mortal, no tendría miedo? ¡Él sabía, y conocía bien quién estaba a su lado!

«Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.»

Usó esta imagen porque como pastor, le era familiar. Con la vara y el cayado los pastores rescatan a las ovejas y las protegen, y también las dirigen. Eso mismo hace Dios con nosotros. En la hora más oscura de nuestra vida, Él sigue estando a nuestro lado. Nos rescata, nos levanta, nos protege. ¡Pero también nos dirige! Él sabe el camino que necesitamos andar y aunque parezca doloroso, ¡de muerte!, podemos transitarlo confiadas. ¡Él es el Buen Pastor! Y es importante recordar algo, no siempre el final del camino será el que esperábamos o quisiéramos. En ocasiones habrá sanidad, en otras no. A veces las relaciones se restauran, otras veces no; etc. Tenemos que confiar en que el Señor sabe lo que hace, y siempre lo hace para su gloria. 

Un día nos tocará enfrentar el valle de la muerte, literalmente, a menos que Cristo venga antes. Qué esperanza saber que incluso en ese momento tan temido por muchos, ese momento en que todo lo que conocemos termina, ¡no estaremos solas! Jesús, el Buen Pastor, nos llevará del otro lado, a la vida eterna, a ese lugar de pastos delicados, al monte, a esa casa que ha estado preparando para recibirnos. ¡Gloria a Dios!

Le pido al Señor que podamos vivir con esta perspectiva, anclados en la verdad.

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