Yo también quería un final feliz

Después de más de tres horas de película yo no podía creer el final… ¿cómo no había otro pedazo de madera para que este hombre se salvara? ¿Por qué tenía que terminar así, ahogado en las heladas aguas del Atlántico Norte? No recuerdo exactamente cuánto lloré, pero sé que fue un buen rato. Es muy probable que sepas de qué hablo, es la película Titanic, del director norteamericano James Cameron. Decidí que nunca más lo volvería a ver.

Años más tarde me sucedió algo similar viendo otra película, esta vez, una que se ha quedado grabada en mi memoria por varias razones, lecciones muy profundas. Se titula “La vida es bella”. Cuando se terminó, mis lágrimas igual eran de tristeza, pero también de frustración. ¿Por qué Roberto Benigni, el director, tenía que ponerle fin de esa manera? ¿Por qué no podía acabar en una rotunda victoria del bien sobre el mal, de la felicidad sobre tantos meses de sufrimiento? Tampoco he vuelto a verla.

No tengo elementos como para saber la respuesta a estas preguntas desde el punto de vista de los guionistas y directores, pero sí sé cuál es el motivo de mis preguntas. Todos, o al menos la mayoría, queremos un final feliz en la vida, queremos que los malos reciban su merecido y los buenos triunfen. 

Es por eso que tantos disfrutan las películas de los superhéroes, porque en el fondo, queremos vivir en un mundo así. ¿Y sabes por qué? Porque esa era la idea inicial, y aunque muchos no puedan verlo o lo nieguen, ese deseo se remonta al diseño original de Dios.

Yo quiero un final feliz para cada cosa de mi vida, cada situación, cada dificultad. Me imagino que tú también. Sin embargo, cuando el pecado entró al mundo terminó toda posibilidad de perfección en esta Tierra.

El 5 de noviembre de 2017 varias familias llegaron a su iglesia, First Baptist Church en Sutherland Springs, al sur de San Antonio, Texas. Como cada domingo venían a adorar a Dios. Era imposible imaginar cómo terminaría ese servicio. Una masacre que dejó 26 muertos y 20 heridos. Nada más lejos de un final feliz para ese domingo.

Una semana antes hubo otra masacre en las calles de Nueva York en la que transeúntes desapercibidos se convirtieron en víctimas de un ataque terrorista. Me imagino que salieron de sus casas con muchas cosas en la mente, pero es casi imposible que este final fuera una de ellas.

En medio de todo esto surgen mil preguntas, preocupaciones, temor. Este espacio es muy breve para poder dar respuesta a todas esas cosas, pero hoy quiero darte una palabra de esperanza porque eso es lo que nos puede mantener anclados en tiempos semejantes. ¡Sí habrá un final feliz! No será ahora mismo, quizá no lo veamos en nuestra generación, tal vez sí… no lo sabemos. Pero Dios lo prometió, y yo lo creó. ¿Qué fue lo que prometió? Esto:

“Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y también el mar. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo desde la presencia de Dios, como una novia hermosamente vestida para su esposo. Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: «¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos. Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más» […] También dijo: «¡Todo ha terminado! Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. A todo el que tenga sed, yo le daré a beber gratuitamente de los manantiales del agua de la vida. Los que salgan vencedores heredarán todas esas bendiciones, y yo seré su Dios, y ellos serán mis hijos».” Apocalipsis 21:1-7

Mi amiga lectora, ese es el verdadero final feliz. Todo lo demás es una trayectoria, un viaje que estamos haciendo en este mundo y en el que tenemos, entre otras, la misión de convertirnos en portadores de esperanza. Los que conocemos a Cristo sabemos que la muerte y todo el dolor que arrastra con ella, ya han sido vencidos. No podemos perder ese enfoque, porque esa es la verdad. A pesar de la incertidumbre que parece abrumarnos, damos gracias a Dios por sus promesas. ¡En su Palabra está nuestra esperanza!

Los que nos rodean necesitan escuchar esto. Necesitan saber que ese final feliz que anhelan es posible, está disponible. En la película de la vida habrá aflicción, ¡pero acabará un día! Jesús murió para que así fuera.

Sí, hoy lloramos, hoy clamamos a Dios por misericordia, hoy quisiéramos tomar la justicia por nuestra mano… ¡Dios es justo y un día será hecha justicia! Confía en esa verdad también.

Entre tanto que todo esto llega, oremos por los que sufren, oremos por el establecimiento del Reino de Dios en la tierra pues será eso lo que pondrá fin al dolor y la angustia. Estoy convencida de que es por esa razón que la Biblia termina diciendo “¡Ven, Señor Jesús!”. Y mientras, dejemos que Dios nos use para llevar esperanza y palabra de Salvación.

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