Yugo desigual

“Sr. Palau:

Tengo veinticuatro años y dos de casada. De novios, mi marido se mostraba muy afectuoso. Pero casi desde el mismo día del matrimonio, su actitud cambió y tenemos problemas íntimos. Yo soy cristiana y él es de otra religión”.

Respuesta:

Mi estimada señora, su problema nace de su desobediencia a Dios. Usted sabía muy bien que la Biblia prohíbe el matrimonio con una persona que no es de Cristo:

"No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿y qué concordia Cristo con Belial? ¿o qué parte el creyente con el incrédulo?” (2 Corintios capítulo 6).

Usted y su esposo tienen dos problemas básicos: 1) espiritual y 2) emocional. Le recomiendo en primer lugar que practique el único camino que le queda abierto para reanudar su propia relación con Dios. Confiese a Dios su desobediencia y luego acepte Su perdón. La Biblia dice: "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan capítulo 1).

Segundo, pida a su Padre Celestial que, por gracia inmerecida, El despierte en su joven esposo el afecto, el cariño y el amor que parece haber muerto en él hacia usted, y que entre ambos se renueve el amor. Su caso no es aislado. El temperamento de su marido es común, pero Dios puede reavivar el afecto de su esposo hacia usted. Busque complacerlo. Descubra lo que a él le agrada, sus intereses, y converse con él.

Por último, compórtese de tal manera que su esposo vea que Cristo controla su vida. En 1 Pedro capítulo 3:1 al 6 leemos: "Esposas, acomódense a los planes de sus esposos; es probable que los que no creen el mensaje que predicamos cambien de opinión ante su respetuoso y puro comportamiento. ¡No hay mejor mensaje que el de una buena conducta! No se preocupen demasiado de la belleza que depende de las joyas, vestidos lujosos y peinados ostentosos. La mejor belleza es la que se lleva dentro; no hay belleza más perdurable ni que agrade más a Dios que la de un espíritu afable y apacible. Esa era la belleza que ostentaban aquellas santas mujeres de la antigüedad que confiaban en Dios y se acomodaban a los planes de sus esposos".

Es decir que, por su conducta cristiana y por su sujeción a la autoridad de su esposo, usted podrá tener un gran impacto sobre la vida de él. Su marido puede aceptar a Jesucristo y nacer de nuevo. En verdad hay esperanza de un nuevo comienzo para ustedes.

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