"Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, el hermano de Jacobo, y los llevó aparte, a una montaña alta. Allí se transfiguró en presencia de ellos; su rostro resplandeció como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús. Pedro le dijo a Jesús: —Señor, ¡qué bueno sería que nos quedemos aquí! Si quieres, levantaré tres albergues: uno para ti, otro para Moisés y otro para Elías. Mientras estaba aún hablando, apareció una nube luminosa que los envolvió, de la cual salió una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él. ¡Escúchenlo!» Al oír esto, los discípulos se postraron sobre su rostro, aterrorizados. Pero Jesús se acercó a ellos y los tocó. —Levántense —les dijo—. No tengan miedo. Cuando alzaron la vista, no vieron a nadie más que a Jesús." – Mateo 17: 1-9 NVI
Después de escuchar el devocional, medita en los siguientes puntos:
Esta mañana me levanté pensando...
…en aquel momento en el que nos damos cuenta de lo mal que estamos de la vista, mientras otros alcanzan a ver muy lejos.
1. Hemos hablado del ciego de Marcos 8. Hoy sucede lo mismo cuando el Señor quiere abrirnos los ojos. Por lo general nos saca de la aldea o del lugar de nuestra comodidad para llevarnos a un plano nuevo y desconocido donde nos rendimos en sus manos.
2. En Mateo 17: 1-13 encontramos la historia donde el Señor toma a Pedro, Jacobo y Juan y los saca de su zona de comodidad para llevarlos a un monte alto, donde les abre los ojos y ellos pueden ver con claridad espiritual quien era Él. Vieron a Jesús, pero también alcanzaron a ver a Elías y a Móises quienes se aparecieron en ese monte.
3. En nuestras vidas debemos permitir que el Señor Jesús abra nuestros ojos para verlo cada día con mayor claridad. Y además que nos permita ver lejos espiritualmente. El deseo del Señor es que prosperemos en la manera de ver, de escuchar, y relacionarnos con el mundo espiritual.
4. En la historia de la transfiguración de Jesús vemos que Pedro hace una propuesta: construir una enramada para quedarse viviendo allí. Con esto Pedro demuestra que tiene la vista y el oído abiertos, pero el discernimiento cerrado. A pesar de estar viendo lo que sucedía no lograba entenderlo. Muchas veces nos sucede lo mismo, estamos viendo y escuchando sin entender lo que Dios está haciendo.
5. La vista y el oído trabajan de la mano. Cuando nuestra vista es ampliada debemos también escuchar lo que Jesús quiere decirnos. Esa fue la orden del Padre; una vez los discípulos pudieron ver al Señor en toda su gloria una voz les dijo: “este es mi hijo amado en el cual me complazco, a él oigan”.