Evadiendo responsabilidades

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“Cuando el Señor vio que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: —¡Moisés, Moisés! —Aquí me tienes —respondió. —No te acerques más —le dijo Dios—. Quítate las sandalias, porque estás pisando tierra santa. Yo soy el Dios de tu padre. Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Al oír esto, Moisés se cubrió el rostro, pues tuvo miedo de mirar a Dios. Pero el Señor siguió diciendo:

—Ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto. Los he escuchado quejarse de sus capataces, y conozco bien sus penurias. Así que he descendido para librarlos del poder de los egipcios y sacarlos de ese país, para llevarlos a una tierra buena y espaciosa, tierra donde abundan la leche y la miel. Me refiero al país de los cananeos, hititas, amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. Han llegado a mis oídos los gritos desesperados de los israelitas, y he visto también cómo los oprimen los egipcios. Así que disponte a partir. Voy a enviarte al faraón para que saques de Egipto a los israelitas, que son mi pueblo.

Pero Moisés le dijo a Dios: —¿Y quién soy yo para presentarme ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas? —Yo estaré contigo —le respondió Dios—. Y te voy a dar una señal de que soy yo quien te envía: Cuando hayas sacado de Egipto a mi pueblo, todos ustedes me rendirán culto en esta montaña. Pero Moisés insistió: —Supongamos que me presento ante los israelitas y les digo: “El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes”. ¿Qué les respondo si me preguntan: “¿Y cómo se llama?”? —Yo soy el que soy —respondió Dios a Moisés—. Y esto es lo que tienes que decirles a los israelitas: “Yo soy me ha enviado a ustedes”. – Éxodo 3: 4-14 NVI

“Esto dijo Jesús para dar a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Después de eso añadió: —¡Sígueme! Al volverse, Pedro vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre Jesús y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?» Al verlo, Pedro preguntó: —Señor, ¿y este, qué?  —Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme no más.” – Juan 21: 19 – 22 NVI

Después de escuchar el devocional, medita en los siguientes puntos:

Esta mañana me levanté pensando...

…en que uno de los peores hábitos que podemos tener es la excusa. Esta es la forma más sutil de evadir la responsabilidad.

1. Nada saldrá bien si permitimos que la excusa influya en nuestro plano laboral y que haga parte de nuestro equipo de trabajo. Las excusas buscan justificar errores que ya se han cometido. El ser humano teme a ser señalado y criticado, por eso a veces es más fácil sacar una excusa con el fin de justificar alguna situación.

2. La excusa te hace perder el valor y el poder de los pequeños comienzos. Para muchos la excusa es un estilo de vida que sin darse cuenta poco a poco les ha frustrado sus planes.

3. Las excusas desencadenan circunstancias que no deberían aparecer en nuestra vida convirtiéndose en un obstáculo para el cumplimento de nuestro propósito. Son miles de personas que han dejado de luchar por sus sueños simplemente porque se llenaron de excusas y las convirtieron en su mejor aliada, aceptando un falso sentimiento de calma y tranquilidad que solo ha traído parálisis y estancamiento en ellos.

4. Algunos usan la excusa como su salvavidas para salir de una circunstancia de riesgo. Proponte vivir libre de todas las excusas y afrontar la voluntad de Dios. ¡No te detengas y hazlo!

5. Moisés intentó sacar excusas para evitar la responsabilidad de ser un instrumento usado por Dios. El Señor no se equivoca al escogernos, él usa nuestras debilidades y se fortalece en ellas. Ya deja de mirar a tu alrededor, Dios tiene un plan contigo y con los que van a tu lado. No le des excusas, él sabe de qué eres capaz.

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