"Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres." – Mateo 5:13 RVR1960
"Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga." – Lucas 14:34-35 RVR1960
Después de escuchar el devocional, medita en los siguientes puntos:
Esta mañana me levanté pensando...
… en que cuando una persona prueba un alimento por primera vez hay dos opciones: que le guste o que sea desagradable a su paladar. Lo cierto es que luego de probarlo nadie podrá decirle si es bueno o malo porque ya lo conoce de primera mano.
1. En lo físico el sentido del gusto se encuentra en la lengua. La sensación que un producto produce en el sentido del gusto se llama sabor. Los alimentos pueden tener sabores a nuestro paladar: dulces, salados, amargos o ácidos. En la lengua existen las papilas que son sensibles a los diferentes sabores que existen.
2. El gusto espiritual desarrollado nos ayuda a saborear a Dios, pero este se puede dañar o atrofiar si hacemos mezclas entre lo que es de él y lo que no lo es, y cuando llegue algo que no es del Señor tendremos dificultades para diferenciarlo.
3. La pérdida del sentido del gusto se llama ageusia/ageustia y es un desorden sensorial. A la capacidad disminuida de saborear la sustancia se le denomina hipogeusia. Aunque no creamos que existe hoy una ageusia e hipogeusia espiritual. Cuando Dios nos creó lo hizo con un sentido del gusto para saborear lo espiritual.
4. Mateo 5:13, nos enseña que nosotros somos la sal de la tierra. Como hijos de Dios tenemos un sabor especial para las personas que nos rodean. Es momento de comprender que cuando alguien se acerca a nosotros debe probar, gustar o saborear el reino de Dios. Cuando perdemos el sabor por nuestro Padre, también perdemos nuestro sabor en él.
5. Existen causas que pueden hacernos perder el gusto: la iniquidad de la mente o el pecado oculto; sentirnos viejos, porque se perdió la promesa que tenemos de parte de Dios; engrandecernos, vanagloriarnos, creernos demasiado.