¡Anhelando Su venida!

“¡Esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”, 2 Pedro 3:12

¿Estamos anhelando y esperando la venida del Señor?  

Desafortunadamente, en muchas de nosotras el anhelo por el pronto regreso de nuestro Amado Salvador se ha enfriado de tal manera que estamos cómodas en medio de este mundo pecaminoso y perverso.

El mundo y todo lo que nos ofrece nos arropa para no anhelar la venida de Cristo. El trabajo, los afanes, los estudios, la familia, los hijos, el esposo, la sociedad de consumo, etc., constantemente desvían nuestra mirada del inminente retorno de nuestro Dios.

Cuando no anhelamos la venida de Cristo es porque estamos complacidas en el mundo en que vivimos. Por eso las aflicciones en el creyente son tan importantes, porque centran nuestros ojos en el cielo. Este mundo no es nuestro hogar;  alguna vez, todo lo terrenal y visible ha de ser deshecho. ¿Por qué entonces nos arraigamos tanto a algo pasajero?

El fin vendrá repentinamente, no avisará; por lo tanto, es tiempo de despachar de nuestras vidas un sin número de distracciones en la que invertimos tanto tiempo para dedicarnos a la oración, al estudio de su Palabra, a la práctica del amor fraternal con nuestros hermanos, “mientras aguardamos la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).

Que cada día podamos mirar el pasado con gratitud al recordar las misericordias de Dios en nuestras vidas, el presente con paz sabiendo que estamos en Sus manos, y el futuro con fe y esperanza ardiendo con deseos de ver y estar con Dios para siempre, sabiendo que la venida de nuestro Amado Señor está cerca y, con él, el fin de toda nuestra miseria.

Amadas... Que nuestra oración diaria sea: ¡Ven Señor Jesús!

Oración: Padre, que mi corazón cada día este ardiendo, con deseos de verte y estar contigo para siempre. En el nombre precioso de Jesús, amén.

Por Jeanette Lithgow 

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