“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”, Mateo 5:5
Este texto es un contraste con el mundo que considera como infeliz a quien no es capaz de imponerse por fuerza a los demás. Manso para Dios es aquel que se somete a Sus designios y muestra afecto para con los hombres; los que pueden aguantar una provocación sin encenderse en ira, sino permaneciendo en silencio esperando en Dios.
El favor de Dios es todo en la vida de aquel que es manso, de modo que aprende a soportarlo todo, sabiendo que no hay ninguna cosa que no esté bajo el control divino. En su capacidad de soportar las adversidades, encomienda su causa al Señor y aprende a perder, incluso, todos sus bienes sin que la ruina le haga perder el gozo (Hebreos 10:34).
Mientras el mundo se desespera en la adversidad, el creyente descansa en la protección y cuidado divinos. La Biblia describe como mansos sólo a dos personas: Moisés y Jesús. Éste es el ejemplo supremo de mansedumbre. Nadie puede acusar de falta de carácter al Señor Jesús. Baste ver cómo tomó en Su mano un atado de cuerdas para arrojar a los mercaderes del templo, pero Pablo a la vez hace referencia a la ternura y mansedumbre de Cristo (2 Corintios 10:1). Pedro se refiere a esa condición de Jesús al decir que cuando fue despreciado y maldecido, no respondía con la misma medida, sino que encomendaba Su causa ante el Juez justo (1 Pedro 1:23).
La mansedumbre alcanza la expresión suprema en la entrega voluntaria que hizo de Sí mismo, sujetándose a la voluntad del Padre (Hebreos 10:7). En base a la identificación con Cristo, la mansedumbre viene a ser experiencia propia en el carácter del creyente, que le conduce a no buscar su propio bien sino el de otro (1 Corintios 10:24). En la mansedumbre no hay derechos que exigir, sino vida que entregar. Mientras que la ignorancia conduce a la arrogancia, la fe lleva al amor. La bendición para el manso es que en unidad con Dios poseerán la tierra.
Es posible que el manso no tenga ninguna propiedad aquí durante toda su vida. Es muy probable que su diario se escriba con lágrimas y su comida sea pan endurecido. Tal vez no tenga un sitio propio donde descansar, pero recibirá la tierra por heredad, porque es heredero de Dios y coheredero con Cristo (Romanos 8:17). Dios mismo es ya su herencia y puede decir con certeza: “las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos y es hermosa la heredad que me ha tocado” (Salmo 16:5-6).
En esta dimensión de seguridad, las aflicciones momentáneas producen en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria (2 Corintios 4:17).
Oración: ¡Oh, sí! Dios, ayúdanos a ser mansos para recibir tus bendiciones aquí junto a tu comunión, amor y compañía; y luego, en la gloria con tu perpetua presencia, disfrutando en unión de todos los salvos de las inmensas riquezas de tu gracia. En el nombre de Jesús, amén.
Por Samuel Pérez Millos