“Y dijo Moisés a Faraón: Dígnate indicarme cuándo debo orar por ti, para que las ranas sean quitadas de ti y de tus casas, Y él dijo: Mañana”, Éxodo 8:9-10
Cada pasaje de las Escrituras es aleccionador, es decir, tiene algo que enseñarnos. Incluso un texto tan sencillo como este de hoy encierra una gran lección. Un episodio curioso en la historia redentora de Israel fue cuando Dios envió con mano poderosa 10 plagas contra el Faraón como forma de ablandar su duro corazón. Y en la segunda plaga, la de las ranas, Egipto y el Faraón habían sufrido los embates de este azote durante tres días.
Imagínate la escena: ranas en la sala, en la cocina, en las calles, en el patio, encima de los monumentos, en las camas, al lado, arriba, abajo… por todas partes pululaban ranas. ¿Sabes lo que es tener unos animalitos tan repugnantes y repulsivos proliferando en todo lugar y a todo hora?
Y cuando Moisés visitó al Faraón para retirar las ranas del palacio, le pidió que le indicara cuándo él quería que le fuera retirada la plaga y la sorpresiva respuesta del Faraón fue: ¡Mañana! Hoy no; no inmediatamente; ¡No!, él quería un día más en compañía de tan agradables y simpáticas alimañas. Me imagino a la mujer del Faraón: “Pero Ramsés, te has vuelto loco, ¿un día más con estas ranas?”
¿Saben qué? A veces reproducimos en nosotras la misma actitud del Faraón. Hay ranas en nuestras vidas espirituales que nos molestan y nos persiguen. Iras no controladas, hipocresías, falta de perdón, falta de misericordia, mundanalidad, lujurias, falta de responsabilidad en el cumplimiento de nuestros deberes laborales y familiares, etc.
Y cuando Dios nos confronta con Su Palabra, en vez de tomar la determinación de que su Espíritu Santo retire para siempre esas cosas de nosotras, le decimos a Dios: mejor mañana; queremos vivir un día más con nuestras desagradables y virulentas ranas, como si amáramos su compañía, como si nos sintiéramos bien amamantándolas un día más, y otro día más. Y así transcurren las semanas, que se convierten en meses y luego en largos y gravosos años, cargando a cuestas sacos y sacos de ranas.
Mis amadas hermanas, Dios quiere retirar para siempre esas ranas que nos perturban, ¿cuándo quieres que Él lo haga? ¿Ahora mismo, mañana o el próximo año? No me respondas a mí, respóndele mejor a Él.
Oración: Padre, perdóname por convivir tanto tiempo con ranas. Te entrego el control… límpiame y renuévame. Estoy dispuesta. ¡Hazlo hoy! En el nombre de Jesús, amén.
Por: Carmen García de Corniel