Dios de pactos

“Si fuéremos infieles, él permanece fiel; El no puede negarse a sí mismo”, 2 Timoteo 2:13

¡El Dios del Antiguo Testamento es el mismo del Nuevo Testamento!

En Génesis 12:15,17 encontramos una promesa clave para entender todo el Antiguo y Nuevo Testamento. En honor a esa promesa, en Génesis 15 Dios estableció un pacto “incondicional” con Abraham, y a modo de garantía hizo un pacto de sangre; el pacto más fuerte y solemne del Antiguo Testamento. Con este, Dios se obligó a sí mismo a cumplir Su promesa (Hebreos 6:13).

Como resultado de este pacto, la descendencia de Abraham -el pueblo de Israel o Pueblo del Pacto- se sintió confiado a través de la historia.

A pesar de la rebeldía y constantes desvaríos del pueblo de Israel, Dios guardó Su promesa porque Él es el Dios que guarda el pacto y la misericordia (Deuteronomio 7:9). Lo mismo aplica para nosotras, el Israel espiritual o iglesia de Cristo. A nosotras Dios nos asegura que: Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo.

Bendito sea Dios que a pesar de nuestra rebeldía y constantes desvaríos -como el pueblo de Israel- podemos confiar y contar en Su fidelidad (Hebreos 6:17-18) por un “mejor pacto” establecido sobre “mejores promesas” (Hebreos 8:6). Un pacto igualmente de sangre, pero ya no de machos cabríos, “sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,..” (1 Pedro 1:19). 

Así que, por eso es mediador –Jesucristo- de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna(Hebreos 9:15).

Amadas, podemos abrazar las promesas de Dios en plena certidumbre de fe, porque lo que ha dicho, Él lo hará (1 Tesalonicenses 5:24).

Oración: Amado Dios, gracias porque en medio de un mundo cambiante y personas fluctuantes, tú permaneces fiel. Gracias porque tu carácter y tu Palabra garantizan el cumplimiento de todas tus promesas.

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