“Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”, Colosenses 3:3-4
Generalmente acostumbramos a ver nuestra vida desde la dimensión del hombre. Los problemas y las dificultades condicionan nuestra existencia. Somos felices cuando todo va bien; somos infelices cuando estamos en conflicto.
Dios quiere que entendamos bien cuál es la realidad de la vida. La primera observación que nos hace es que “nuestra vida está escondida con Cristo en Dios”. La razón de nuestra existencia es Cristo mismo (Filipenses 1:21). “Escondida” quiere decir que nadie podrá alcanzarnos para destruirnos. El mundo, los hombres, los demonios no pueden hacer nada porque Dios nos ha puesto en un escondite al que ninguno puede acceder. Nuestra vida escapa al entendimiento del mundo porque está escondida con Cristo, puesta en Cristo y vivida en Dios, el cual es su origen.
El cristiano nace de Dios y es de Dios (1 Juan 3:9; 4:6). Desde la eternidad estábamos en Su pensamiento (Colosenses 3:12). Por Su obra fuimos puestos en Cristo y unidos a Él por una fe viva (Gálatas 2:20). Nuestra vida está escondida al mundo y es indestructible y eterna (Juan 3:16). El salmista nos recuerda que la protección de Dios está empeñada con nosotros: “El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen y los defiende” (Salmo 34:7).
En los momentos más difíciles y en las situaciones más adversas, Dios nos tiene escondidos y estamos bajo la protección de Su mano. La gracia provee de aliento y la compañía suya de seguridad y consuelo.
Pero, todavía hay más. Habrá un momento en que Cristo será manifestado. Aparecerá para encontrarse con nosotros y tomarnos para estar siempre con Él. Pablo dice que Cristo es nuestra vida, por fe en Él tenemos vida eterna y por fe sentimos la experiencia diaria de la vida Suya en nosotros. Cuando el glorioso Señor se manifieste, tú y yo seremos manifestados con Él. Esa nueva y definitiva forma de vida aquí se le llama gloria.
Pablo dice que “seremos manifestados con Él en gloria”. Eso marca una notable diferencia entre la promesa que ahora vivimos y la realidad del futuro. Él viene glorioso y con Él nuestra vida también gloriosa. Llevaremos entonces la imagen celestial. Seremos irreprensibles, sin contaminación, sin imperfección alguna. Cada uno de nosotros seremos transformados para llevar plenamente la imagen del Señor Jesús. Esa vida escondida con Cristo en Dios, será exhibida perpetuamente.
Las pruebas, las aflicciones, las angustias, el peligro, la enfermedad, la tristeza y las lágrimas darán paso a una gloriosa existencia. Vendrá el Señor y nosotros estaremos con Él para disfrutar gozosos del tiempo de paz en la tierra y luego de la proyección perpetua en “cielos nuevos y tierra nueva”. Allí, en la eternidad, veremos que Dios tuvo cuidado de nuestra vida. Conoceremos que Su camino fue el mejor para nosotros. Entenderemos las razones que tuvo para cada una de nuestras experiencias. Ahora debo dejar de inquietarme por lo que es temporal y frágil, para entender que mi vida está escondida con Cristo en Dios.
Oración: Padre, ayúdame a poner todo mi anhelo en tus manos, sabiendo que tú siempre cuidas de mí. En el nombre de Jesús, amén.
Por Samuel Pérez Millos