¿Gracia común o especial?

“Para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos”, Mateo 5:45

Todas, en mayor o en menor grado, disfrutamos de la gracia general de Dios. Dios ha dispuesto una cuota de Su gracia para beneficiar a todas por igual; sin distinción de género, credo, raza, sexo, ideología o clase social. Esa es la enseñanza que nos trae el texto de hoy cuando nos dice que nuestro Padre Celestial “hace salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos”. Si no fuera por esa gracia común de Dios, repartida por toda la anchura de la tierra, este mundo fuera un lugar inhóspito, inhabitable e insufrible, por el pecado y la maldad presentes en la humanidad.

Ahora bien, la Biblia hace una distinción entre lo que llamamos la gracia común o general de Dios y Su gracia especial o particular. La gracia común, como ya hemos dicho, es aquella que Dios derrama sobre todos en general, sin que haya ninguna razón particular para ello. Dios lo hace por el puro afecto de Su voluntad y porque Él es un Padre de misericordia que se deleita en mostrar Su amor aun para los más necesitados que no tienen a quien clamar. Y la gracia especial es la que Dios ha reservado de manera personal y exclusiva para Sus hijos que claman a Él, día y noche.

Lo dicho marca una gran diferencia entre la gracia común y Su gracia especial. La gracia especial transforma al creyente dándole una nueva naturaleza espiritual, mientras que la gracia común sólo obstruye el pecado, manteniéndolo dentro de ciertos límites por algún tiempo, es decir, no cambia a la persona interiormente, porque sus efectos son limitados y temporales. La gracia especial de Dios produce en el creyente un interés genuino y profundo de las realidades espirituales y eternas, mientras que la gracia común sólo produce un conocimiento superficial de las Escrituras, sin permitir discernir a cabalidad las verdades espirituales, como en el caso de Saúl.

Otra diferencia es que la gracia especial produce gozo al hacer la voluntad de Dios, estar en Su servicio, orar, leer la Palabra, asistir a la iglesia, etc., mientras que para los que son receptores de Su gracia común, el servicio a Dios le es pesado y aburrido, y Sus mandamientos son gravosos. Los que reciben la gracia especial sirven a Dios por motivos espirituales, diferentes a los que tienen la gracia común que sirven a Dios por motivos egoístas y personales; ya sea para justificarse a sí mismos o para ser vistos por los hombres.

Por último, para los de la gracia especial, Cristo es el sumo bien, su gran bendición, y es su Señor y Salvador todo suficiente. Los de la gracia común aman los beneficios de Cristo más que su persona; quieren a Cristo como Salvador, pero no desean que Él gobierne sobre sus vidas.

A la luz de lo expuesto, ¿donde estas tú? ¿Eres receptora de Su gracia común o de Su gracia especial?

Oración: Padre, gracias por tu gracia salvadora. Permite que si alguna mujer leyendo este devocional no ha recibido tu gracia especial sea movida por tu Espíritu a pedírtela hoy para salvación. Oramos por ellas y por todas nuestras amigas en el nombre de Cristo Jesús, nuestro Salvador, amén.

Por Carmen García de Corniel

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