Gracia inmerecida

“Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos”, Romanos 4:7

En los últimos años, Dios me ha movido a misericordia cada vez que veo un indigente. Y aunque sé lo peligroso que podría volverse el acercarse a ellos, puesto que no sabemos si se trata de algún drogadicto viviendo un momento de crisis o algo por el estilo, me acerco con cautela cada vez que puedo y les predico el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Me duele verlos en las mañanas durmiendo debajo de los puentes sin siquiera una cobija para el frío o para la lluvia; y más que nada me duele verlos vivir una vida sin esperanza, totalmente apartados del plan de Dios y con la plena convicción de que no le importan a nadie.

Cuando pienso en ellos, puedo estar muy consciente de que de no haber sido por la gracia inmerecida que he alcanzado, yo perfectamente podría estar en su lugar. Es entonces cuando mi corazón se postra de agradecimiento a mi Dios por todos los favores recibidos de su buena mano. Es ahí cuando puedo apreciar lo afortunada que soy al vivir la vida que Dios me ha permitido vivir, una vida sin perfección alguna, con necesidades y carencias a veces, y otras saciada de todo bien. A veces rebosante de salud, otras adoleciendo de ella. Unas veces preocupada y otras depositando mis cargas en Cristo. Pero agradezco sobretodo el saber que vivo una vida segura en las manos de mi Redentor, sabiendo que Él está obrando cada día en mí y que algún día nos veremos cara a cara, y allí mi gozo será completo y perpetuo.

Amada hermana, cuando las circunstancias te parezcan adversas, haz memoria y piensa en todos aquellos que viven sin Dios y sin esperanza,  y que realmente viven vidas miserables. Piensa que tú y yo no hemos hecho nada para merecer la salvación tan grande que se nos ha regalado. Piensa que solo la gracia de Cristo, nos hizo ver al que siempre estuvo a nuestro lado. Aun en los momentos más difíciles, Él estaba allí guardándonos, cuidándonos, esperando el momento en que pudiéramos abrir los ojos de nuestro corazón para verle y recibirle como nuestro Señor y Salvador. ¡Que gracia!

Oración: Padre, ayúdanos a estar alegres por tu salvación.  Que el solo hecho de ser salvas sea un motivo para vivir agradecidas, saciadas e inmensamente felices. Quita la queja, las comparaciones, la insatisfacción y pon carga en nosotras por los que viven sin ti. Como hiciste con nosotras haz con ellos y alcánzales con tu salvación. En Cristo te lo pedimos. Amén.

Por Belinda Castellanos

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