"Mirad mis manos"

“Mirad mis manos”, Lucas 24:39

Las manos revelan lo que son las personas. Hay manos callosas como las del campesino; curtidas como las del marinero; fuertes como las del trabajador; delicadas como las de un artista. Las personas suelen acompañar a las palabras los gestos de las manos, que son, en ocasiones, más elocuentes.

Jesús viene a nuestro encuentro con un mandamiento: “Mirad mis manos”. No se trata de un ruego sino de una instrucción. El interés del Señor es grande porque inmediatamente les mostró las manos con una consecuencia: los discípulos se regocijaron. Más adelante demandaría lo mismo al incrédulo Tomás: “mira mis manos”.

Es un mandamiento sencillo que alcanza a todos. Se trata de dejar de ver en otra dirección para centrar la atención en las manos del Señor. Al mirarlas notamos que son manos creadoras. Todas las cosas por Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (Juan 1:3). Los cielos son como un juego de Sus dedos y las estrellas fueron formadas por Él. La omnipotencia divina está en Sus manos y Él hace cuanto quiera, porque nada le es imposible.

Las miro de nuevo y encuentro que son manos reveladoras. En ellas están marcadas las huellas de un trabajo de gracia en las señales de los clavos que las sujetaron a la Cruz. Son manos que expresan amor, incomprensible, voluntario, real. El Justo ocupó el lugar de los injustos con el propósito de llevarnos a Dios, Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:8).

Las miro de nuevo y me revelan unas manos restauradoras, llenas de compasión. Son esas manos que cuando me alejo de Él y como la oveja extraviada estoy lejos del redil, viene a buscarme para ponerme sobre Sus hombros y trasladarme al lugar seguro. Son las manos que se extienden para rescatarme del mar de la vida en donde me hundo cuando flaquea mi fe (Marcos 7:33-35).

Lo sorprendente es que nunca me pregunta nada, sólo me levanta del estado deplorable en que me encuentro para alentarme con Sus palabras y restaurarme a Su plena comunión. Sus manos son también manos transformadoras, que secan las lágrimas en medio de mis problemas, que se apoyan en mi espalda cansada por el esfuerzo de la vida para decirme No temas (Apocalipsis 1:17). Son manos que cambian la inquietud en calma, la tristeza en gozo, el desaliento en ánimo, la desesperación en esperanza. Son las manos de Jesús que pueden actuar hoy sobre mi situación y darme paz.

Debo volver al texto donde el Señor me dice“mirad mis manos”; de otro modo, mírame a mí. Es una mirada de fe lo que reclama. Levantar mis ojos del entorno de la vida y de las aflicciones del mundo para encontrarme con Él. Las bendiciones suyas se reciben por fe. En Sus manos tengo seguridad, nadie podrá separarme de ellas. Estoy protegido por Su omnipotencia, amparado por Su gracia, rodeado de Su amor. Algo más, esas manos me recogerán para llevarme a Su presencia donde estaré para siempre con Él. ¿Qué más puedo desear? Sólo tengo que atender a Su mandato: “Mirad mis manos”.

Oración: ¡Oh Sí, Señor! quiero ver tus manos ahora para llenarme del firme gozo de la esperanza. Amén.

Por Samuel Pérez Millos 

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