“No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán”, Salmos 37:1-2
Mi amada, Satanás tratará por todos los medios de embelesar tus ojos espirituales como una forma de seducirte y hacerte creer que este mundo es más atractivo de lo que en realidad es. Él tratará de venderte la idea de que los impíos disfrutan de mejor suerte que tú y que aquellos que no sirven a Dios son personas exitosas, mientras que tú, que eres hija de Dios, llevas una vida miserable y de infortunio. Pero ¡ojo!, su único interés es hacer que muchas creyentes comiencen a olvidarse del propósito de Dios para con sus vidas.
Si tu corazón ha comenzado a deslizarse sutilmente del centro de la voluntad de Dios y has comenzado a quitar tus ojos del Autor y Consumador de la fe para fijarlo en la “prosperidad” de los impíos, anhelando y envidiando las cosas que ellos tienen, ¡despierta! Dios te advierte en este día por medio de Su Palabra que “no te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad”.
Y hay varias razones dadas en Su Palabra para que nuestros corazones no ardan de envidia por aquellos que están supuestamente nadando en “abundancia” en este presente siglo malo:
Primero: Nada hay de valor permanente en este mundo. A la larga, todo será barrido por fuego.
Segundo: Todo lo que vemos con nuestros ojos físicos es incierto, vacío, inconstante y sujeto a pérdida. Además, todo está en esencia dañado por causa de nuestra propia corrupción.
Tercero: Todo gozo mundano también está salpicado de infelicidad y tristeza. La supuesta seguridad que brinda el dinero en última instancia se convierte en inseguridad; y la abundancia trae consigo ansiedad y preocupación. El rico no duerme por causa de la abundancia (Eclesiastés 5:12).
Cuarto: No hay felicidad verdadera desligada de Dios. Los goces del pecado son sólo temporales y aparentes; nunca llenan el vacío del alma.
Quinto: El creyente tiene cosas más valiosas que ganar allá, que cosas materiales que perder aquí.
Sexto: Esta vida no es un fin en sí misma, para que vivamos embriagadas de los placeres mundanales; la vida es un medio para alcanzar un fin y éste fin es la vida eterna.
Séptimo: Al final sólo habrá para el impío ira y enojo de parte de Dios, por haber hecho de su abundancia una excusa para olvidarse de Él. Dice el texto de hoy que, “los malignos como hierba serán pronto cortados, y como la hierba se secarán”.
Octavo: Las riquezas de los malos son una trampa engañosa; al final de los tiempos los papeles serán invertidos, como en la historia del rico y Lázaro; ellos serán castigados allá y nosotras seremos consoladas.
Noveno: Los impíos tienen cosas materiales, pero no tienen la presencia de Dios. Nosotras tenemos la gracia de Dios, comunión con su Hijo, el consuelo del Espíritu Santo, las promesas de la Biblia y la koinonía de la fe con nuestros hermanos.
Décimo: En la revelación de los tiempos, esa bondad inmerecida que ellos recibieron de Dios en este siglo será motivo de un mayor juicio para ellos, por haber sido malos administradores de sus bienes.
Oración: Señor, ayúdanos a “No impacientarnos a causa de los malignos, ni tengamos envidia de los que hacen iniquidad”. Yo esperaré en Dios, sí, esperaré en Él. Amén.
Por Carmen García de Corniel