Un porte reverente

“Las ancianas asimismo sean REVERENTES en su PORTE”, Tito 2:3

En esta epístola, Pablo le está diciendo a Tito cómo deben hacerse las cosas en la iglesia y cuáles deben ser las responsabilidades de cada uno en el ministerio. Y no nos deja por fuera a nosotras, las mujeres, sino que nos da la pauta de lo que debemos hacer: enseñar a otras mujeres. No era tarea de Tito enseñar a las mujeres jóvenes, sino que era tarea de las “ancianas” (Tito 2:4-5).

¿Y quiénes son las ancianas? ¡Todas! No creas que esta responsabilidad de enseñar a otras sea una simple cuestión de edad. Siempre hay una mujer mayor (en edad, en experiencia, en madurez, en sabiduría) de la que podemos aprender y siempre hay una mujer más joven a la que podemos enseñar. En nuestras manos, mi querida amiga, está la hermosa tarea de instruir a otras mujeres y establecer un legado para las futuras generaciones.

Pero antes de poder enseñar, Pablo da unas características que las “ancianas” deben tener y la primera de ellas es que sean “reverentes en su porte”. Esto significa tener una conducta como la de un sacerdote, un comportamiento santo que impregne toda nuestra manera de vivir. Mi “porte” exterior debe ser un reflejo de lo que hay en mi interior: un corazón que ama, honra y teme al Señor y que desea agradarle en cada aspecto de mi vida.

La reverencia incluye el respeto, el temor de Dios, la santidad, la piedad… implica el estar consciente de que en cada momento se está en la presencia de un Dios Santo, Santo, Santo y actuar de acuerdo a eso (Salmo 2:11, Hebreos 12:28).  

Agradar y servir a Dios con temor y reverencia nace de una vida que diariamente busca la presencia de Dios y la comunión con Él. Estas “ancianas” ven la vida desde el punto de vista de Dios y reflejan con claridad el orden de sus prioridades, estando Dios y su familia en los lugares prominentes. Sus vidas están dedicadas a la exaltación de Dios con cada una de sus acciones.

Oración: Señor, que en cada momento seamos consciente de tu presencia en nuestra vida, del Dios tres veces Santo, y que actuemos como tal. Por Cristo Jesús, amén.

Por: Edurne Mencía

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