Lo han visto las costas lejanas, y temen;
tiemblan los confines de la tierra.
¡Ya se acercan, ya vienen!
Cada uno ayuda a su compañero,
y le infunde aliento a su hermano.
El artesano anima al joyero;
y el que aplana con el martillo
le dice al que golpea el yunque:
«¡Es buena la soldadura!»;
luego asegura el ídolo con clavos
para que no se tambalee.
«Pero tú, Israel, mi siervo,
tú Jacob, a quien he escogido,
simiente de Abraham, mi amigo:
Te tomé de los confines de la tierra,
te llamé de los rincones más remotos,
y te dije: “Tú eres mi siervo.”
Yo te escogí; no te rechacé.
Así que no temas, porque yo estoy contigo;
no te angusties, porque yo soy tu Dios.
Te fortaleceré y te ayudaré;
te sostendré con mi diestra victoriosa.
Isaías 41:5-10 (NVI)
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